R_SIDENCIA_


El programa de residencias de [OCSN] plantea un espacio de trabajo abierto a pie de calle donde el residente podrá abordar de manera directa o no, temas relacionados con la actualidad local, los movimientos sociales de resistencia y desobediencia civil.

Dirigido a artistas o no-artistas nacionales e internacionales que deseen desarrollar y transparentar procesos creativos, indagar ; promover el diálogo, el intercambio y la reflexión a través del arte, la hospitalidad, y la percepción-interacción con los procesos del barrio, el lugar o el espacio.











RESIDENCIA No.7 


MUNDO PLANO

María Portilla



23.03.2023 — 08.06.2023


María Portilla, es una artista que concentra su práctica en torno al uso lúdico, a veces irónico del color, a la no solemnidad ante el material artístico, y a una exploración de límites en el retrato.

Dentro de esta residencia, María realiza un estudio plástico y gráfico, de un objeto tan común como misterioso. Un objeto-cosa, que desde aquí, vemos como algo, que un día perdió sus muchos nombres, algo que en medio de un avasallamiento cultural, quedó reducido a un equívoco. Hoy se llama tortilla, el mundo plano.

Decir Mundo, por la analogía simplona, respecto a su forma: como astros, circulares?, pero más, por hacer alusión al sentido poético del lugar donde va todo lo contenido, todo lo por contener. Plano, por querer hacer un guiño, y preguntarnos por ese quién, que desde una posición de poder, avasalla, impone y renombra algo.




La tortilla nomás, tlaxcalli como uno de los nombres perdidos, hecha, una a una, entre las palmas con el nixtamal, o con la máquina que las traza a partir de su necesidad industrial. La tortilla misma, transgredida, trascendida, como mapa de nuevos mundos, diciendo y diluyendo pigmentos extraídos de mohos y levaduras, sean naranjas, rosados, verdes o bermellón: micomicetos todos.

Tentada a clasificarlos, en imitación de sus invasiones, Maria Portilla dice unos y otros por sus colores, sus nombres son colores, los canta fijados en su transcurso y progresión. No es tanto el moho mismo ni su recipiente, ya no sabemos si el lienzo o la tortilla, sino de las proyecciones y transformaciones que están más allá de su representación: su cualidad de mancha, tensión, contorno y superficie que las desdice, desdobladas y desligadas, no como tema sino como derivación.

Se trata de retratos, en la acepción más general del término, del mismo modo en que es un en retrato la foto que se toma desde el espacio a la tierra (o cualquier otro planeta) o de un manto coralino (o las aguamalas a las que alberga). Lo que hace es un retrato que se levanta por encima de ese mundo plano que dice la tortilla, convertida en un pequeño ecosistema que traza y avanza en patrones y texturas, colores y degradaciones, en composiciones en la que resalta su descomposición, sea real o de concepto: su desintegración sublimada.

Ilumina un mundo aparte, tan fascinante como desechable: dicho en las posibilidades de sus tensiones cromáticas y compositivas, llevada al campo –dicha desde lo abstracto- o rendida como objeto en algo que aunque parezca una naturaleza muerta es un retrato, desacralizando los límites entre el product shot, el rótulo, y el tema.

El tema mismo, se diluye como los colores que se doblan en los juegos que remedan las geometrías orgánicas que le son inherentes a los hongos como territorio, como cuerpo de texto, una escritura que se contiene a sí misma para desbordarse, que abarca lo que dice su propia naturaleza, negándola.

De ahí cabe apelar, desde la imitación crítica que hace de las convenciones de la ilustración, a un camino en que salta en su catálogo de lo cientificista a lo comercial a partir de sus extensiones naturales: el retrato de latas de cerveza violentadas más allá de su horizonte, como escritura que reduce –en tanto experiencia y contenedor- al desperdicio, remanente de su contenido; lo mismo la iridiscencia que sobrevive en las ampolletas de vidrio, o los contrastes y tornasoles que aparecen revelados en las botellitas de Tonayán.

Todos son territorios accidentales donde va trazando paradojas geométricas, juegos de realidad; los ha venido a rescatar del arroyo para hacer de ellos el recuerdo de una posteridad, justo ahí donde no queremos mirar.























RESIDENCIA No.6 


MI AMOR ES UNA FLOR Y UNA NUBE

Don Jesus Alcántara Jiménez



La vocación de Don Jesús por el dibujo y la pintura es una vocación amorosa. Así lo declara y, frente a un obra que ha venido haciendo a lo largo de los último cuarenta años, no podemos sino verlo confirmado. Frente a una realidad violenta y opresiva, él encontró refugio en el trazo de líneas remedando caras y objetos, deformándolos, jugando con sus tamaños y proporciones, tejiendo desde la pedacería de la forma y los contornos, las sombras y transparencias, un mundo de color que, celebrando su propensión monstruosa, la conjura; como quienes disfrazados se congregan para celebrar el carnaval. No son los daimones a lo que representa, en su remedo lo que nos ofrece es un talismán.


Don Jesús es meticuloso en la preparación de su mesa de trabajo: es un proceso a mitad de camino entre el ritual y lo rutinario, dispone frascos y pinceles, papeles y lápices, se queda un momento de pie, cerciorándose de que todo esté en su
lugar, y luego se sienta. Escoge alguno de los dibujos en los que ha estado trabajando, lo examina a contraluz y luego, como si algo le dijera, puesto sobre la mesa lo ataca con medida y parsimonia, abandonado al trazo percudido de sombras, el diluido de acuarelas y temperas, en un acto traído a cuenta día con día, transformándose en sus formas y proporciones, en los vertidos de colores que, igual pesan saturados que se diluyen en matices que, des-definiendo todo contorno, van llenando una marginalia festiva llena de intuiciones y asombros.

 

Más allá de asumidos y convenciones, armada de pequeñas revelaciones y descubrimientos su obra se constituye como catálogo de vida que se afirma como salida y vindicación. Se asoma ahí la pregunta de la representación, de la cosa en lugar de la cosa, de las paradojas de la composición y sus posibles soluciones, llevadas en su proceso a extremos barrocos que la desdicen de la realidad para venirla a constituir en ese aparte abierto en nuestra percepción que la conjura y la sustituye. Ese aparte que nos sirve a unos y otros de refugio y que ahora, en estos tiempos tan llenos de cambios, Don Jesús, generoso, viene a ofrecernos a manos llenas.




















RESIDENCIA No. 5 


ENCUENTROS Y PARTICIPACIONES ANTINATURALES

Laura Marin Soto


La práctica de Laura Marin Soto (Bogotá, 1990) busca incorporar la huella biográfica de su ser diaspórico, utilizando recuerdos y experiencias fragmentados entre Colombia, Estados Unidos, y México. Inventar encuentros o participaciones antinaturales entre elementos dispares.
En sus obras combina formas biológicas y geológicas, complicando la distinción nítida entre flora, fauna, y paisaje. El color sirve como un delirio, un vehículo para engendrar la disolución de lo fijo, apropiandose en una especie de asimilación a la inversa —frente al paradigma masculinista occidental— de lo que se encuentra devaluado como kitsch feminino-tropical.





























RESIDENCIA No.4 (En curso) 


ESTACIÓN ESPIRAL

Sadie Prego